jueves, 26 de abril de 2012

UNIVERSIDAD TECNOLÓGICA EQUINOCCIAL

ANALIA GARCIA JIMENEZ

CUARTO NIVEL



Eugenio Espejo

(Francisco Javier Eugenio de Santa Cruz y Espejo; Quito, 1747 - 1795) Patriota y escritor ecuatoriano. Considerado uno de los exponentes máximos de la ilustración americana, la vida de Eugenio Espejo estuvo signada por el mestizaje. Nació en Quito en 1747, hijo de Luis Chuzig, un indígena oriundo de Cajamarca, y de María Catalina Aldás, mujer mulata nacida de una esclava liberta que contaba con ascendientes vasconavarros. Su mismo nombre parece delatar el tránsito de su identidad mestiza: el apellido Espejo fue adoptado tardíamente por su padre, y el de Santa Cruz proviene de la devoción cristiana. Hay quien afirma, como Leopoldo Benites Vinueza, que su verdadero apellido es un misterio.

Eugenio Espejo
De extracción humilde, el Espejo infante y adolescente se crió en el ambiente del Hospital de la Misericordia de Quito. Imperaba entonces una medicina mezcla de empirismo y escolasticismo, y eran muchos los médicos improvisados e incompetentes. Para 1762 el mestizo quiteño se graduó de bachiller y maestro de filosofía en el colegio jesuita de San Gregorio. Su autobiografía recoge una confesión de esa época que marca el sino de su vida futura: "deseo ardientemente ser conocido por bello espíritu". En 1767 se recibió como doctor en medicina en la Universidad de Santo Tomás, y en 1770 obtuvo un título en derecho civil y canónico.
Este último período de estudios fue decisivo; en él se añejó lo mejor de su espíritu sarcástico, vibrante y virulento. La formación de Espejo transcurrió entre la influencia del "probabilismo" jesuítico, de los libros hipocráticos y del jansenismo. Fue lector asiduo de Las provinciales, de Blaise Pascal; del Teatro crítico universal, de fray Benito Jerónimo de Feijóo; de La lógica moderna y los libros hipocráticos de Andrés Piquer, y del Método de estudiar del célebre Luís António Verney, más conocido como "el Barbadiño".
En 1772 Espejo empezó a ejercer la medicina en Quito, e inició su sátira y crítica a los responsables de los males imperantes en la ciudad. Años más tarde, en 1785, el Cabildo de Quito le solicitó la redacción de un método para prevenir las viruelas. En el informe que realizó al respecto atribuyó el problema a causas sociales y culturales; afirmó que los responsables de las epidemias contagiosas eran la ignorancia en cuestiones de higiene, las deficientes condiciones sanitarias de la ciudad y hasta la mala formación médica y los propios sacerdotes betlemitas que, sin criterio, dirigían el hospital de Quito.
Las críticas de Espejo no se detuvieron ante la violenta reacción de sus acusados; detenido bajo el cargo de ser autor de El retrato de Golilla, un manuscrito "sangriento" y "sedicioso", Espejo fue encarcelado por primera vez en 1787. Pero los cargos resultaron carentes de pruebas y poco tiempo después quedó libre. A partir de aquí, el viaje que por intimación de sus enemigos realizó a Bogotá logró, al contrario de lo que se pretendía, ampliar su audiencia y favorecer nuevos proyectos. Allí hizo amistad con Antonio Nariño y Francisco Antonio Zea, jóvenes intelectuales colombianos, y trabó contacto, así mismo, con Juan Pío Montúfar. Bajo el amparo de este último, Espejo proyectó la conformación de una Sociedad Patriótica cuyo fin sería promover el mejoramiento de Quito.



En esos años las obras del ilustre quiteño llegaron a ser apreciadas en la misma España. Espejo mostró entonces su potencial peligrosidad y su capacidad de encontrar tanto aliados como una selecta clase de lectores para sus escritos. La fecha de 1792 fue crucial en su carrera: editó en Quito el primer periódico que se publicó en esta ciudad, "Primicias de la cultura de Quito", que ha devenido en un verdadero símbolo de los comienzos del periodismo y de la formación de una embrionaria opinión pública en el Ecuador. Pero no pasó mucho tiempo antes de que este periódico y, más tarde, la misma Sociedad Patriótica fuesen blanco de la ignorancia y acaso del temor de la Corona española. Se publicaron apenas siete números de aquél; luego, las autoridades, amparadas en rumores e indiscreciones, procedieron a acusar a Espejo de subversión. La cárcel fue para él prácticamente su último destino en vida, ya que murió enfermo en 1795, poco tiempo después de ser puesto en libertad. 





Obras de Eugenio Espejo

La variada y extensa obra de Espejo cubre escritos de tipo científico, literario y político. En 1779, con la intención de fomentar la lectura entre sus contemporáneos, escribió con el seudónimo de don Javier de Cía, Apéstigui y Perochena la obra El nuevo Luciano de Quito o despertador de los ingenios quiteños. El libro consta de nueve diálogos, a través de los cuales se hace un mordaz enjuiciamiento del estado cultural de Quito, examinando los métodos de enseñanza y censurando la limitación del pensamiento; según Menéndez y Pelayo, es la obra crítica más antigua de América del Sur. Su difusión produjo gran revuelo y una andanada de ataques fue contra su autor, pero no faltaron los aplausos aun de elementos eclesiásticos.
Ese mismo año redactó el escrito denominado El retrato de la Golilla, auténtica sátira en contra del rey Carlos III y de su ministro colonial de las Indias, José Gálvez. Ante la insistencia del marqués de Selva Alegre, coterráneo suyo que se interesó en sus proyectos, redactó y publicó en Bogotá su famoso Discurso sobre el establecimiento en Quito de una sociedad patriótica (1789). En 1785, el Cabildo de Quito, conocedor de la excelencia profesional de Espejo, le encargó la redacción de un método preventivo de la viruela. El resultado de este pedido lo demuestra su obra Reflexiones acerca de un método para preservar a los pueblos de las viruelas, considerada como un aporte valioso a la literatura científica sobre las condiciones higiénicas y sanitarias de la América colonial.
Otra obra importante constituyó Marco Porcio Cantón o Memorias para la impugnación del nuevo Luciano de Quito (1780). Para 1792 escribió dos obras de carácter técnico. Memorias sobre el corte de quinas aludía a la necesidad de la conservación y buen uso del árbol de chinchona. La obra titulada Voto de un ministro togado de la Audiencia de Quito, en cambio, se dedica al análisis económico del país a finales del siglo XVIII.
A Espejo también se le atribuyen las Cartas Teológicas. La primera carta, escrita en 1780 en nombre del padre La Graña, trata sobre la historia de las indulgencias dentro de la Iglesia católica, y la segunda, de 1792, sobre la inmaculada concepción de María; en ellas el autor pone de manifiesto el dominio de temas referentes a la religión católica. Tras la fundación de la Sociedad Patriótica en Quito, en 1792, surgió la publicación del periódico quiteño "Primicias de la Cultura de Quito", dirigido por Espejo, medio por el cual se difundieron en la ciudad las ideas de libertad, el incentivo a la educación, la igualdad de derechos y los principios característicos de los pensadores del siglo XVIII. 





El pensamiento de Eugenio Espejo
La actividad intelectual de Eugenio Espejo se desarrolló en una versatilidad de facetas: aunque sobre todo se lo conoce como literato y médico, fue periodista, educador, reformador social y económico y pensador político. Hay quien afirma que el conjunto de su obra y su pensamiento está dirigido por una frustración existencial: ser conocido como "bello espíritu". Repudiado por su extracción social, Espejo buscó el reconocimiento a través del ejercicio de las letras; pero éstas, comprendidas al igual que la medicina como una forma de servicio y de compromiso social, lo llevaron al combate por la reforma de la sociedad. Ser "bello espíritu" significó entonces un juego constante entre esconderse y mostrarse, entre usar el anonimato panfletario y firmar sus escritos.
En cuanto a sus ideas políticas, es común decir que Espejo fue el gran precursor de la Independencia del Ecuador; sin embargo, esta idea es controvertida. Por un lado están quienes afirman que vislumbró repúblicas autodeterminadas políticamente, defendió la igualdad ante la ley como base del gobierno, profesó un rabioso sentimiento antiespañol y trabó amistad con (o en otros casos tuvo influencia sobre) algunos de los mártires del primer grito libertario: Morales, Quiroga, Salinas, Juan Pío Montúfar.


PENSAMIENTO ETICO Y FILOSÓFICO DE EUGENIO ESPEJO (1747-1795)
Agustín GARCIA BANDERAS
Espejo es el gestor decisivo de las campañas de 1785. Sus ideas campean en las sesiones del Cabildo. Sus ideas están constantes en la “Cartilla”en cuya redacción estuvo presente en la celda de Fray del Rosario, así como estuvieron todos los médicos de Quito. Sus instrucciones sobre el sarampión son el resultado de una Facultad embrionaria que delibera sobre una lucha epidemiológica, larvaria si, pero generosa, y que deja un documento inicial primigenio que para la Medicina ecuatoriana debe ser de respetuoso homenaje.
Eugenio Espejo: Médico y Duende. Enrique Garcés, 1944
Eugenio Espejo, representa a no dudarlo la figura paradigmática del médico Ilustrado, en un Quito dominado por un espíritu colonial y guiado por el pensamiento clerical, traído al nuevo mundo por los conquistadores ibéricos. La cruz y la espada fueron los símbolos del sometimiento aborigen a los aventureros intrépidos y codiciosos que venían a América en busca del mítico Dorado.
En este entorno, marcado por las diferencias de clases sociales, en las que se combatían y despreciaban chapetones, criollos, mestizos, zambos e indios; nace en Quito el 21 de febrero de 1747 el precursor de la independencia que fue bautizado como Eugenio Francisco Javier Espejo, hijo legítimo de Luis de la Cruz Espejo (Chusig), indio picapedrero de Cajamarca y de Catalina Aldaz, chola mulata, hija de una esclava liberta. Este hecho, los antecedentes de sus progenitores, marcarían de una manera definitiva el temperamento y el accionar político, periodístico y médico de este personaje, que con su pluma iracunda denostaba contra las injusticias sociales de su época y censuraba por igual a clérigos obcecados, petimetres y a los falsos médicos que eran un verdadero azote de la Audiencia de Quito
Los actuales estudios del Genoma Humano han demostrado que casi no hay diferencias entre los microscópicos solenoides que llevan los caracteres genéticos y fenotípicos de las razas que pueblan el planeta. Sin embargo en todas las épocas de la historia han existido, existen y seguirán habiendo esos prejuicios raciales, que son esgrimidos como títulos nobiliarios ancestrales por individuos cuyo bagaje neuronal se encuentra muy por debajo de aquellos que desprecian; la valía del hombre se mide por su intelecto su amor a la libertad y los estudios profundos que conducen a la sabiduría
Este es el caso de Eugenio Espejo, quien estaba destinado por la “circunstancia orteguiana” a ser médico, ya que su padre adquirió renombre no sólo como cirujano sino como acertado clínico y el joven Eugenio, inquieto, estudioso y rebelde, pasó su niñez y su juventud en el viejo Hospital de la Misericordia, compartiendo el dolor, la insalubridad y las miserias humanas, guiado por el religioso betlemita Fray José del Rosario, con quien le uniría posteriormente una cordial enemistad, pues el citado belermo se resintió hondamente por las críticas de su pupilo.
“In illo tempore” en la Audiencia de Quito, los estudios superiores de los que estaban en capacidad económica de afrontarlos eran de preferencia la Teología y la Jurisprudencia; la Medicina estaba preterida y era poco rentable, como sucede hasta hoy. Por esta razón Espejo además del estudio de estas disciplinas y por supuesto del latín, que era el idioma de la gente culta, se convirtió en el autodidacta que sería toda su vida y adquirió las obras de Sydenham, Boerhawe, Hoffman, Ramazini y Tissot, entre otros, en cuyas fuentes se nutrió de los conocimientos de fisiología, patología , semiología, terapéutica e higiene; con este capital intelectual, se presentó a rendir el grado de médico ante un tribunal ignaro que lo reprobó por sostener la tesis de que no se podía vivir sin respirar. Este tipo de paradojas se dan en nuestro país hasta hoy y en todas las ramas del saber humano, hecho que conmueve y produce grima.
El título de la Universidad de Quito lo recibió el 22 de junio de 1765 y su pensamiento y ejercicio lo orientaron al neohipocratismo del Sydenham y Boerhawe, que preconizaban un retorno a la medicina clásica, pero con la aplicación del método analítico y la visión empírica racional, con lo cual se plantearon nuevas concepciones del proceso salud enfermedad, que superaban la tradición galénica.
Se ha hablado con suficiencia de la calidad de salubrista de Espejo y de su intuición visionaria al afirmar la existencia de “atomillos o corpúsculos movibles”, que transmiten las epidemias. Por eso quiero referirme a su actitud ética ante la vida y dentro del quehacer médico.
El pensamiento ético médico de este polifacético personaje, se encuentra más patente en las “Reflexiones acerca de la viruelas”, en la que fustiga con su habitual estilo a los falsos médicos. Escuchemos que opina de ellos: “Debía aquí hablaros de todo género de gentes que atraen algún daño universal al público; pero me contentaré con decir que se lo causan:  los que padecen el mal venéreo. los tísicos y hécticos. los sarampionentos y virolentos.  los leprosos y (5) los falsos médicos. Cabe resaltar que ubica a estas gentes que hacen daño a sabiendas, junto aquellas víctimas de las epidemias que azotaban por ese entonces las colonias americana
Continúa: “por más que muchos escritores hayan desacreditado el arte médico y que hayan extendido sus invectivas hasta los mismos profesores, no es de dudar que el arte es saludable y necesario a la humanidad, que el médico bueno es el don inestimable que hace el cielo al lugar donde lo quiere poner. Si este es malo, no hay peste tan devorante que se le parezca, ni contagio más venenoso a quien se le pueda comparar. Trato de dar muy por mayor una idea del médico instruido, para que se conozca su contraposición que es el falso e imperito”.
“Por cautela debería citar aquí a los malos prácticos, aunque por otra parte aceptado por el vulgo y lleno de estimación de los incautos”. Mi comentario al respecto es que en pleno siglo XXI no sólo que permanecen sino que proliferan el curanderismo y prácticas alternativas las mismas que tienen muchos clientes; esto se debe atribuir a que el avance de la ciencia y la técnica a des humanizado progresivamente el ejercicio médico y el paciente rechaza instintivamente ser diagnosticado y tratado por misteriosos aparatos y prefiere el contacto de otro ser humano por ilusorio que sea.
Varios son los párrafos que dedica Espejo en sus obras para criticar la situación sanitaria de la Real Audiencia y la ignorancia de los médicos que estaban de moda en su tiempo. Citarlas excedería el límite de este corto documento, pero juzgo indispensable enunciar el siguiente párrafo perteneciente a la “Ciencia Blancardina”: “Regularmente los charlatanes son los que se llevan el crédito y aprecio de profesores dignos. No hay duda que en todo el mundo sucede algo de esto; más en esta ciudad basta que alguno meta cuatro términos exóticos en la conversación y que le de ganas de matar y se saldrá con ello. A estos embusteros no los tendría por médico jamás; ya sea que se considere prevención de genio el querer imponer con voces peregrinas al mundo, o ya que se juzgue cortísimo alcance para la práctica curativa en los que no pueden hablar con alguna pureza la lengua castellana. En fin, Quito en asunto de Medicina es la misma noche, así para saber quien la posee y quien no como para dirigirse a estudiar con método sus elementos”.
Pero no todo es crítica hiriente aunque merecida. Espejo se ocupa de la vocación del médico y de educación que debe recibir; oigamos estos párrafos: “antes de llegar al estudio de la medicina, debe el que la quiere profesar entrar en ella por una especie de vocación que inspira el genio y cierta vehemente inclinación a profesar en medio de las ciencias y las artes, una más bien que otras. Esta inspiración secreta demuestra en el joven que le percibe un principio luminoso de discernimiento y por él ya se puede prometer el mismo la cadena feliz de sus conocimientos y la esperanza de lograr ser un buen profesor”.
“De aquí que se debe pronosticar un suceso infeliz si un muchacho es llevado al estudio de esta Facultad sólo por escasez de fortuna que no le permite seguir otra carrera más brillante o por una condición servil que le esclaviza a entrar en el asilo médico”
“A la vocación médica debe seguirse la disposición previa de los buenos talentos. Por cierto que no valen para los progresos de la medicina los ordinarios. A los talentos sigue la educación: por excelentes que sean las potencias naturales de algún gran genio, es preciso que ellas sean cultivadas, pulidas y amoldadas por la enseñanza. De ordinario son más perniciosos a la sociedad los buenos talentos sin doctrina que las almas de plomo en su natural inercia”.
Lo anterior expresa las condiciones innatas que debe poseer un profesional de la medicina, así como los estudios que debe realizar, pero además de prepararse debe tener un espíritu humanista y no solo observar sino compartir el dolor del enfermo. Para ilustrar esto voy a citar algunas frases de lo que debe ser y hacer el buen médico, las mismas que son parte de su autorretrato:
“Desprecia el fausto y la gloria vana y aunque desea las alabanzas, quiere las de las gentes hábiles, de probidad y sinceras, que no tengan con él alguna conexión de interés”
“Está contento con su fortuna, que siendo escasa no le obliga ni solicita, especialmente por caminos torcidos y de bajeza. Obra mejor, respeta a los superiores, pero si se ofrece hablar con ellos les habla con modesto desembarazo hasta de aquello que no quieren ni gustan oír”
“Hace mejor el negocio de los otros que el suyo propio”
Así es como debe ser un buen discípulo de Hipócrates. Deontología es un vocablo que previene del griego y significa el “debe ser”. Tomando en cuenta lo citado anteriormente podemos concluir que Espejo fue también el precursor de la Deontología médica ecuatoriana tanto por su actuación como por su conocimiento de la legislación colonial sobre el ejercicio de la medicina.
Hay más testimonios sobre la moral en la vida y escritos de este singular y escurridizo duende, que dedicó su existencia a combatir la opresión y la injusticia reinantes en su época como en casi todas las de la historia; luchó contra la discriminación de que eran objeto los de su raza, a quienes se negaba hasta que tuvieran alma; denostó contra aquellos que hacen de los bienes materiales su pequeño Dios personal, olvidando el mensaje de Cristo; proclamó que la moral consiste en la mortificación , en la paciencia, en el desprecio de las riquezas y honores y en la negación de sí mismo, teniendo como fundamento sólido la caridad, entendida no como limosna humillante sino como solidaridad fraterna entre los hombres.
Los dos pilares fundamentales de la ética son la libertad y la justicia, valores absolutos y permanentes que definen al ser humano. Se necesita una libertad filosófica y real para poder optar entre el bien y el mal; si el hombre está privado de esta cualidad inherente a su especie o está coaccionado, debe considerarse un ser infrahumano; y a la conquista de esta libertad de pensamiento y expresión dedicó su existencia  y eso le valió el destierro, la prisión, la persecución política y hasta la muerte.
En relación a la justicia, reclama una justicia social que propenda al bien común y advierte que todos deben cumplir con los deberes de su estado y para lograrlo no hay mejor método que inspirarse en el Evangelio para así elevar el corazón.
El teólogo que habita en el hondón de su alma dice que: “el moralista debe mirar el origen de las pasiones en común, pero por la sensibilidad de los hombres puede medir la eficacia de las penitencias medicinales contra las más nocivas para la tranquilidad del Estado, que son el orgullo, la vanidad y la envidia”
Muchos textos se pueden enunciar, entresacados de su prolífica obra, pero ello demandaría mucho tiempo. Estimo que los que he comentado reflejan a las claras la manera de entender la ética como la base fundamental del convivir de la sociedad; la corrupción y la impunidad rampantes, en su época como la nuestra, exigen una lucha diaria y permanente para inculcar los valores morales desde la infancia y practicarlos en la profesión que nos honramos en ejercer.
A modo de colofón: Espejo, que nunca tuvo una lápida propia, ya que fue inhumado en el cementerio de los indígenas, merece el homenaje perdurable por parte de aquellos que somos sus colegas y en los monumentos que se han erigido y se seguirán erigiendo, junto a los calificativos de Precursor de la Independencia, higienista, médico y duende como lo bautizó Enrique Garcés debe constar el de moralizador y paladín de las virtudes éticas.